sábado, 4 de octubre de 2014

Diez años



Amiga,

Hoy prendí mi vela frente al retrato de mi hermana, como lo hago todos los 4 de octubre desde hace diez años. Me senté a recordar lo que pasó ese día y no me sorprendió demasiado darme cuenta de que todavía me pongo a llorar cuando me acuerdo del grito de Patricia cuando le di la noticia, del llanto de mi mamá en el teléfono y de la cara de mi papá diciéndome que le habían matado a su muchacha en la calle, en pleno día, como se mata a un perro.

No es verdad que nos deja de doler la muerte violenta de un ser querido. Nos duele siempre. Pero tenemos que vivir como si ese dolor no existiera, hasta que llegan estos días en los que nos sentimos con derecho a recordar y a llorar por nuestros muertos otra vez.

Hoy debería tratar de conmemorar la vida de mi hermana con un recuerdo alegre. Pero no se me da la alegría en este día, amiga. Me quedo mirando por la ventana y no se me ocurre otra cosa que recordar el día en que me dieron la noticia y yo tuve que dársela a mi sobrina, a mis padres y a mis hermanas.

Uno vuelve una y otra vez a los mismos recuerdos, como si el trauma sólo pudiera superarse si uno es capaz de reconstruir minuto a minuto lo que pasó. Pero yo no estaba ahí cuando mataron a mi hermana y sólo puedo recordar lo que me dijeron y arrepentirme por no haber preguntado más detalles, por no saber más.

El resto es el tiempo que ha pasado. Parece mentira, dice uno, cuando ha pasado tanto tiempo y todo vuelve a la memoria como si hubiera sucedido ayer. Pero no es cierto. He olvidado tantas cosas. A veces creo que recuerdo el tono de voz de mi hermana. Pero no estoy segura. Me acuerdo más de su cara y de sus gestos, del modo como se reía y del modo como se ponía seria para contar algo que le preocupaba.

La verdad es que mi hermana se me desdibuja en la memoria y eso me hace sentir doblemente culpable. Porque yo estoy viva y ella no. Porque desde hace diez años he sentido que ella hubiera aprovechado mucho más su vida de lo que yo he aprovechado la mía.

En este día en el que me puedo sentar a llorar otra vez por mi hermana, te mando un abrazo adolorido, apagado, entregado y muy, muy triste,
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