“Nada es perjudicial
para la literatura, excepto la censura, y ni siquiera la censura
evita que la literatura vaya para donde le dé la gana, porque la
literatura tiene sus maneras de superar cualquier cosa que intente
detenerla, y además logra crecer en el intento. Me importa poco si
todo el mundo o nadie lee el Ulises o si nadie o todo el mundo lee
las cincuenta sombras de Coelho. (Risas!) Hay espacio suficiente en
el mundo para todos nosotros. Somos enormes. Contenemos multitudes.
Una buena discusión, como un buen diálogo, es una prueba de vida,
pero yo siempre voy a preferir irme a leer un libro. Y como me gusta
el estilo, es bastante probable que el libro sea Ulises. Tal
vez el capítulo de los cíclopes, en el que hay una fusión de
pugilismo con las parodias de diferentes estilos de escritura a lo
largo de los siglos, en el que se describe una pelea entre los
colonizados irlandeses y los colonizadores ingleses; es el capítulo
en el que Bloom, hablando en su propio estilo defectuoso sobre cosas
insignificantes –violencia, historia, odio, amor, vida– se
enfrenta a un grupo de escandalosos y a un legendario fanático
tuerto.
O tal vez leería a una
de las escritoras más originales entre los que escriben en este
momento en inglés, Nicola Barker. Abriría Clear: A Transparent
Novel, un libro escrito cien años después del Ulises de
Joyce. ¿De qué se trata? Ostensiblemente habla de la realidad, de
un hecho real: se trata del ilusionista David Blaine y de cómo
sobrevivió por 44 días en el 2003, sin comer nada y encerrado en
una caja transparente sobre el Támesis. Pero desde la primera página
esta novela, hecha toda de transparencias y engaños, es una
disección de todas las vanidades, las seducciones, las cosas que
buscamos en los libros y en el arte y en la cultura. Como Ulises,
es también un discurso sobre el heroísmo. Su narrador es uno de
esos vastos personajes de Barker, atroces y gloriosos, y de todo lo
que se le ocurre hablar, cuando comienza su discurso, es prosa.
Precisamente a lo que se refiere es a otro libro, la novela Shane,
de Jack Schaefer, “Una novela clásica del oeste americano”:
Estaba pensando en lo
increíblemente precisas que eran esas primeras líneas, y lo
sorprendentemente fáciles que parecían; el estilo de Schaefer (su
–ejem– “voz”) de un tono comedido tan envidiable, su “visión”
(si es que me atrevo a usar esta palabra tan pronto) tan
absolutamente inquebrantable.
“Yo sí que tengo
unas bolas bien puestas”/ “Tengo unas grandes bolas, ¿me oyen?
Tengo unas buenas bolas y me encantan y no tengo nada más que
probar” ...cuando tienes unas bolas de ese tamaño, automáticamente
desarrollas una forma extraña de autoridad moral ...una certeza
intelectual especial, que es muy, pero muy seductora...
Entonces el narrador
explica el poder que tienen sobre nosotros los estilos literarios que
amamos:
“Yo me vuelvo arcilla
–literalmente moldeable– en las manos de Schaefer ...Ser
manipulado, guiado, manejado de una manera tan magistral. Es
simplemente... yo estoy... yo soy increíblemente feliz al ser parte
de ese proceso.
La escritura de Barker
es una fuerza del siglo XXI, enérgica, juguetona, llena de detalles
intrascententes, de grandilocuencia, de frases enfáticas y
atrevimiento formal, y –como sucede en todos los procesos
literarios– no todos los lectores están de acuerdo en formar
parte, aunque muchos lo hacen. ¿Llamaré bolas a lo que Barker
muestra? No creo, pero sí quiero enfatizar las posibilidades de
procreación. Para describirlo utilizaría algo menos relacionado con
el género. ¿Goce? No, todavía suena demasiado a género. ¿Fuerza
vital? Ciertamente tiene un rugido de vida. Vamos a llamarlo
simplemente estilo.
Segundo Punto: El
estilo como más de una cosa a la vez
La multivocalidad de
Barker es un despliegue de una sola de las versatilidades propias del
estilo literario. En ese inicio podemos ver al mismo tiempo el
engreimiento y la vulnerabilidad del personaje, su incapacidad de ver
la ironía que el texto construye a costa suya. Además tenemos el
diálogo, la seducción, el modo como dejamos que algo nos
reconstruya sin ofrecer resistencia. Hay una reflexión sobre el
territorio y el papel de los pioneros e incluso sobre la autoridad
moral. Y al mismo tiempo hay un minado de todo eso; la autoridad del
estilo desmantela la autoridad, la revela como un asunto de machos.
Gore Vidal decía que
“El estilo es saber quién eres, lo que quieres decir, y no pararle
bolas a nada más”. Entonces ¿hay algo que condenar en el estilo?
¿Algo de jactancia, de desafío, el desafío de la individualidad?
¿Hay, además, un modo en el que algunos escritores usan el estilo
como marca de existencia? ¿una prueba de que hemos estado aquí?
Pero un estilo que funciona bien es poderoso, aunque sea optimista o
escandaloso o discreto. La existencia del estilo es un asunto de
precisión verbal, nada más. ¿Y qué tiene que ver exactamente la
felicidad con el proceso?
Punto 3: Estilo como
contenido
Es la discusión más
fácil del mundo, y una de las más engañosas: estilo versus
contenido. La noción común de lo que es el estilo literario,
especialmente del estilo que llama la atención sobre sí mismo, es
que se trata de algo que está en el exterior, un asunto de
apariencias, una cosa superficial; una cosa fraudulenta, no la cosa
real. Es lo que nos impide ver lo que está tratando de decirse
incluso en el momento de decirlo.
Pero todo lo escrito
tiene estilo. La lista de ingredientes que aparece en una caja de
Cornflakes tiene un estilo. Y todo lo literario tiene estilo
literario. Y el estilo forma parte de cualquier obra. El modo como
algo se dice es lo que se dice. Una historia es su estilo. Un
estilo es su historia, y las historias –como las cebollas, como la
tierra en que vivimos, como el estilo– tienen capas, son
construcciones estratificadas. En ningún caso el estilo carece de
contenido. Esto se debe a que cuando se juntan unas palabras con
otras se produce el estilo, y nunca hay allí una falta de algún
tipo de estilo. De otra manera podríamos, por ejemplo, echar a la
basura una de las más recientes traducciones de Madame
Bovary, hecha por Lydia Davis (quien investigó todas las
versiones hechas por Flaubert y tomó en cuenta los textos que el
autor tachó de un borrador a otro, para reconstruir los elementos
metafóricos y líricos de la novela), y simplemente pasar el texto a
través del traductor de Google.
El estilo no es el
fantasma en la máquina, es la vida que impugna a la máquina. No hay
nada fantasmal en el estilo. Está vivo y es humano. Es más, el
estilo prueba no sólo la existencia humana individual, sino también
la existencia de la comunidad.
Leer un libro es un
acto al mismo tiempo individual y social, y esa es la razón por la
que el tema de qué tanto debemos comprometernos en la lectura es un
asunto tan sugerente e interesante (¿lees para escapar? ¿para
pensar, para aprender, para comprender? ¿o para que te
entretengan?). Porque puede que no te guste un estilo. Puede que no
sea tu estilo. Pero ese es un asunto importante, precisamente el que
evidencia el poder del estilo. Lo único que un estilo literario no
puede ser es indiferente; es por eso que es un poderoso removedor de
pasiones y gustos, furia y discusión. Por eso es que realmente nos
preocupa. Es por eso que un estilo que no nos gusta se puede sentir
como una afrenta personal.
Y el estilo es tan
versátil que puede contener todas las contradicciones al mismo
tiempo. Estoy pensando en una novela como Beast of No Nation,
de Uzodinma Iweala, o en el libro de Helen Oyeyemi, The Icarus
Girl, historias de terrible violencia contadas desde la inocencia
de los niños; o novelas como Slaughterhouse 5, de Kurt
Vonnegut, o Catch 22, de Joseph Heller, que echan luz sobre
horribles hechos históricos como si fueran entretenimientos cómicos.
El estilo puede hacer muchas cosas al mismo tiempo y de hecho lo
hace. Puede ser irónico, ambiguo, desafiante, cuestionador,
caprichoso. Puede que no sea agradable a la vista. No tiene que
serlo. No todo es simple.
(...)
El estilo es químico y
reactivo, y abrumador y emocionante. Puede ir a donde quiera y hacer
lo que quiera.
Punto 7: El estilo
como realidad
Lo que el estilo hace y
a dónde va, es siempre revelador. Naturalmente, algunos escritores
son más atentos con el lenguaje y la estructura que otros, y algunos
quieren que esto se note más que otros. Pero el estilo no es el
lenguaje, es mucho más que eso. El estilo no es la voz. El estilo no
es la forma. Ni estilística ni parataxis ni ritmo ni metáfora. El
estilo es lo que sucede cuando la voz y la forma se encuentran y se
fusionan para formar algo que es más que ambas cosas.
(...)
Una de las cosas más
emocionantes que tiene la novela es que su forma es tradicionalmente
revolucionaria. (...) Pero las estructuras de lo que hacemos están
inevitablemente vinculadas a las estructuras de nuestra cultura, al
modo como estamos viviendo, al modo como estamos pensando. La
habilidad de percibir y cuestionar e incluso de alterar la estructura
de las cosas está relacionada con asuntos como la revelación, el
cuestionamiento y el cambio en nuestras formas artísticas. Es
posible impregnarse de moda, como si fuera un perfume. Pero el estilo
es integral. Es el modo como las cosas huelen en realidad.
Punto 153: El estilo
como implemento, adorno, cepillo de dientes, protector, madre, arte,
amor
La palabra estilo
viene, en su forma inglesa, del latin stilus, que era la
palabra con la que se nombraba un instrumento para escribir,
posiblemente mezclada con la palabra griega stylos, con la que
se nombraba una columna que sostenía o adornaba una estructura o un
lugar.
Un estilista era un
asceta que vivía, por razones religiosas casi siempre, encaramado en
lo alto de una columna día tras día. Es difícil mantener el
balance en toda una novela, mantener su verticalidad, en medio de
todas esas sillas y tazas y cepillos de dientes, encima de una
columna (tal vez, entre todos los novelistas, solamente Virginia
Woolf podía mantener un pie en tierra). Pero ahí está TS Eliot,
allá arriba, con su largo abrigo negro entonando Cuatro cuartetos
para nuestro bien. “Los seres humanos no pueden soportar demasiada
realidad”.
La palabra “contenido”
–en inglés, content– significa tanto lo que es contenido
como lo que está contento, una forma de felicidad cercana a la
calma. ¿Están vinculadas la felicidad y la contención? Pregúntenle
a cualquier niño. El estilo es también un modo estético de
contener algo y eso nos permite tanto la distancia como la cercanía
de eso que es contenido. Es algo que nos protege contra las cosas más
obscuras tanto como nos sostiene frente a la desechable
superficialidad de la vida.
El estilo es también
algo que nos desconcierta, porque el arte es tanto una manera de
contenernos como una forma de abrirnos hacia afuera. (...) El estilo
nos da –¿cómo llamarlo?– una especie de gracia, supongo. Pero
cualquiera que lo lea puede darse cuenta de que una crítica del
estilo no solamente protege, sino que también revela, permitiendo la
aparición intacta, sana y salva, de todo lo que no se puede decir,
de las respuestas más primarias.
Ahora voy a citar el
texto de Alain Badiou, In Praise of Love –Elogio del amor–
porque creo que lo que allí dice sobre el amor puede ser también
una definición en progreso de los poderes y dones del estilo
literario.
En el nivel más
básico, la gente enamorada confía más en las diferencias en lugar
de cuidarse de ellas. Los reaccionarios siempre sospechan de las
diferencias a nombre de la identidad ...pero si queremos, por el
contrario, abrirnos a las diferencias y a sus implicaciones, de
manera que el colectivo pueda estar constituido por el mundo entero,
entonces la defensa del amor se vuelve un punto que es necesario
practicar. El culto identitario de la repetición debe ser desafiado
por el amor a lo que es distinto, único, irrepetible, inestable y
extraño.
Punto
7.000.000.000: ¿cómo debe enfrentarse el novelista a la novela?
Con
ingenuidad. Con humildad. Con un martillo. Con energía. Con
erudición. Con inocencia. Tradicionalmente, anárquicamente, con
espíritu de aventura, fragmentado, completo, cualquier adverbio que
quieran, pero siempre con un ojo puesto en lo que la historia pide,
porque eso es más que suficiente. La historia se encargará de
dictar el estilo. (Y de todos modos no vas a necesitar los adverbios,
táchalos todos cuando estés corrigiendo).
Le
pregunté a dos escritoras más jóvenes que yo, cuyo trabajo es muy
diferente entre sí, cómo pensaban que debíamos aproximarnos a la
novela. Kamila Shamsie me dijo: “Con atrevimiento, y con cierto
miedo en el corazón.” Esto me recordó a Charlie Chaplin en El
Circo, encerrado por error en una jaula con un león dormido. Se
acerca mucho al modo como uno se siente cuando escribe una novela.
Eres valiente, o más vale que lo seas, y eres un idiota. Hay que
andar con cuidado. Le mandé un mensaje de texto a Helen Oyeyemi.
¿Cómo debería el novelista acercarse a la novela? Me respondió:
“Con valentía y vigor y flexibilidad, creo.” Entonces su mensaje
de texto decía: “¿Tú que piensas?” Sí, se trata siempre de un
diálogo.
Y
se trata claramente de un asunto de valentía. Oh! Pero es sólo una
novela, como asegura Jane Austen en el capítulo cinco de La
abadía de Northanger, el más postmoderno de sus trabajos, en el
que nos dice lo que la novela puede hacer, con ese tono que combina
de manera encantadora la indiferencia con una modestia al mismo
tiempo real y fingida. El mejor lenguaje que se pueda elegir = los
máximos poderes de la mente, el saber más exhaustivo, la naturaleza
humana, la intensidad de la vida, la elocuencia, el humor, el mundo.
El
mundo, en una novela, en un tweet, en un grano de arena. (...)
Pelear,
pelear, pelear. El lenguaje siempre está dispuesto. Es una pelea por
la vida. Todo lo que necesitamos hacer, lectores y escritores, desde
la primera línea hasta la última página, es ser tan abiertos como
un libro, y vivir la vida que hay en el lenguaje, en todos sus
niveles. Entonces el estilo, como de costumbre, hará lo que sabe
hacer mejor. Entonces ustedes y yo y todos nosotros (todos los siete
billones de nosotros que estamos aquí y ahora en el mundo, sin
olvidar a toda la gente del futuro y el pasado), con todas nuestras
individualidades, con todas nuestras luchas, con todos nuestros modos
de expresión, nos encontraremos, de una manera y de otra, cuando de
trata de la novela, contenidos y contentos."