jueves, 20 de diciembre de 2012

Fin de mundo


Amiga,
Ya estamos otra vez en la víspera del fin del mundo. Mañana, exactamente a las 11 y 12 minutos de la mañana (hora atómica, es decir la hora de Londres, segundos más segundos menos) se supone que el mundo tal como lo conocemos va a dejar de existir.
Esta vez, los mayas y el fin de su calendario de cinco mil años son los autores de esta predicción apocalíptica. Da escalofrío sólo pensar que hay gente por ahí planeando su suicidio e incluso poniendo-a-dormir a sus mascotas, porque están convencidísimos de que el mundo de verdad se va a acabar en las próximas veinticuatro horas.
Cualquiera que haya leído algo de historia sabe que el género humano tiene una constante fijación con las predicciones catastróficas. El fin del mundo ha sido anunciado tantas veces que ya parece como el cuento del lobo. Si alguna vez, verdaderamente, el mundo se acaba de pronto, nos va a tomar tan desprevenidos que no vamos a tener tiempo ni de apagar la luz.
Es posible que mañana a las once y doce minutos de la mañana yo esté en mi cocina tomándome un te con leche y mirando por la ventana pasar las nubes, gordas y grises. Haré una pausa en el trabajo del día para constatar que el mundo sigue ahí, helado y oscuro en este lado del planeta. Y un rato después me sentaré a trabajar frente a la pantalla de la computadora o completaré la lista de los ingredientes que tengo que comprar para hacer las hayacas o responderé algún email olvidado.
La vida, pues, seguirá su rumbo. Sin que ninguna catástrofe universal nos alivie.
Te mando un abrazo cotidiano,
r

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