martes, 30 de diciembre de 2008

La fiesta del fuego

Amiga,

Ayer fuimos a la procesión de las antorchas. Es un desfile que abre oficialmente el Hogmanay, la fiesta de fin de año de Edimburgo. Como no estoy de ánimo para notas largas, te hago el recuento con fotos tomadas por Lyo...


La ciudad está llena de luces. Hay una feria de cuanto aparato de diversión de puedas imaginar. Carritos, ruedas, pistas de patinaje sobre hielo...


...hasta una lectora de cartas de tarot en su carromato!


La procesión de las antorchas comienza en la Royal Mile, la calle más antigua de Edimburgo. Recorre Princes Street y sube a una colina que se llama Calton Hill.


Al final de la larga subida se enciende una gran fogata. Es el año viejo que se vuelve humo y cenizas...


...y la despedida es con fuegos artificiales!

La pasamos de lo mejor, a pesar del frío. Ahora nos queda la víspera de año nuevo, que es LA FIESTA! Si estoy de ánimo te escribo un cuento largo... si no, te cuelgo fotos que, como dicen, valen más que mil palabras.

Un abrazo,
r

domingo, 21 de diciembre de 2008

Solsticio de Invierno


Amiga,

Hoy, en este lado del mundo, es el día más corto del año y la noche más larga. A partir de mañana habrá cada vez más luz en el cielo del norte. Buen momento para pensar en el futuro y para abrigar esperanzas.

Más allá de cualquier fiesta religiosa, los hombres han celebrado este acontecimiento por miles de años. Porque representa el inicio de un nuevo ciclo de vida.

¡¡Que el solsticio de invierno te dé energías para seguir adelante!!

Te deseo de todo corazón a ti y a los improbables lectores de este blog.

Cariños,
r

viernes, 19 de diciembre de 2008

Au revoir Paris



Amiga,

Estamos de regreso en Edimburgo. Fue un largo viaje y te debo el cuento entero. Por ahora sólo te dejo esta foto de la catedral de Notre Damme que tomé el último día antes de viajar. París estaba nublada y fría. Aún así, cientos de turistas tomaban fotos en la plaza. Yo me acerqué con mi cámara a tratar de llevarme conmigo una última imagen para el camino. Y también a despedirme.

Entré a la catedral a prender una vela. Es un ritual que hemos seguido en los últimos años cada vez que vamos a París y –por esta vez- lo hago yo sola para mostrar mi agradecimiento y pedir por un buen regreso a casa. Para una declarada atea como yo éste es sin duda un ritual contradictorio. Supongo que es una de esas contradicciones con las que he aprendido a vivir.

En realidad, siento este ritual como un gesto de esperanza y no de fé religiosa. Encender una vela frente a la imagen de una mujer que sostiene un niño en sus brazos, en un inmenso edificio que tiene más de mil años y que ha sobrevivido a guerras, hambrunas, pestes, genocidios... es para mí un tributo a la capacidad humana de perseverar, de luchar contra toda esperanza por una vida mejor. Aquí, en la tierra.

Además está el fuego. Encender una luz tiene connotaciones que en mí resuenan más del lado de la razón, de la capacidad de comprender y de actuar sobre el mundo que nos rodea. La luz es también –otra vez- esperanza. Pero es sobre todo un signo del ingenio humano, de nuestra capacidad de conquistar los fenómenos naturales y robarle el misterio a lo desconocido para apropiárnoslo y ponerlo a funcionar para nuestro provecho. En el fuego se puede resumir la historia toda del género humano. Aquí, en la tierra.

Al salir de la catedral, en medio de una multitud de turistas, pensé que la próxima vez que venga –porque siempre se vuelve a París- voy a ser más una visitante que una turista. Esta ciudad que tiene una historia de al menos dos mil años no me va a recibir con indiferencia la próxima vez. Voy a recorrer esas calles con otros ojos y voy a saber exactamente qué quiero volver a ver y qué he dejado pendiente. Aún así, sentí una tristeza inmensa. Una nostalgia anticipada. No me gustan las despedidas.

...


A pesar de todas mis críticas, voy a extrañar París. Sobre todo en días como éste en el que te escribo desde la cocina de la casa, mirando por las ventanas el viento y la lluvia desatados en una tormenta que lleva ya un par de horas y no tiene intención de amainar.

Un abrazo,
r

martes, 9 de diciembre de 2008

¡Ateos!


Amiga,

Una de las noticias que más me ha llamado la atención en estos días ha sido la campaña publicitaria que están haciendo los ateos en distintos lugares del mundo, justo en este momento en que se supone que todos deben celebrar el nacimiento de la encarnación humana del dios cristiano.

La campaña consiste en instalar por un tiempo un eslogan no religioso en los autobuses de ciertas ciudades. En los rojos londinenses se va a colocar el eslogan “There's probably no God. Now stop worrying and enjoy your life”, que puede traducirse como “Posiblemente no hay dios. Así que deja de preocuparte y disfruta tu vida”. Ya han recogido el dinero que necesitan para un mes de avisos y mucho más a través de una página web. En Washington, los autobuses se pasearán con la consigna “Why Believe in a God? Just be good for goodness sake”, que en español sería algo como “¿Por qué creer en un dios? Sé bueno por amor a la bondad”. También allá están recogiendo fondos vía internet.

Me parece bien interesante la idea de los anuncios “ateos”. Según entiendo el tema surgió a raíz de una campaña religiosa que se llevó a cabo en los autobuses del Reino Unido. En esa campaña, que se desplegó el año pasado, los promotores ofrecían el infierno y demás penalidades a los no creyentes. De ahí surgió la idea de usar el mismo medio para hacer un comentario sobre la posibilidad de dejar de temer a un ser sobrenatural que castigaría la falta de fé en el más allá. La primera promotora de la idea fue una periodista del periódico The Guardian llamada Ariane Sherine. Luego, un conocido biólogo británico, Richard Dawkins, defensor de la teoría de la evolución, se incorporó a la campaña y de ahí el asunto despegó hasta lo que es ahora: una especie de pequeño escándalo.

Escándalo para algunos periodistas y medios que se han dedicado a burlarse del asunto o a considerarlo una de esas notas curiosas que se utilizan para cerrar con un tema liviano un noticiero cargado de malas noticias. La reacción me parece, en sí misma, una muestra de por qué hay que insistir –en este mundo lleno de fanáticos- en mantener presente y visible la posibilidad de no creer.

Como sabes, la religión o la ausencia de ella no es un tema del que me guste hablar, porque todo creyente imagina que cualquiera que piense diferente y lo exprese de manera abierta sólo quiere convencerlo de que su fé no es la correcta. Cuando se tiene una mentalidad construida sobre las leyes del fanatismo todo pensamiento distinto es, por su sola existencia, una amenaza. El fanático imagina el mundo como una serie sucesiva de ‘fanaticadas’ –si me permites la expresión fuera de lugar. Al fanático le resulta imposible concebir que alguien piense diferente y que además al no creyente le importe realmente muy poco convencer a otros de las bondades de la falta de fé.

Tal vez por eso, aunque la idea de la campaña me parece interesante, me cuesta digerir el principio mismo de la búsqueda de adeptos. Siempre me ha parecido que un ateo debe ser lo más distante a un fanático. Si la opción que elegimos es no creer, ¿qué importa lo que crean los otros? Tal vez la función de este tipo de campaña no deba ser agregar gente, sino simplemente ocupar un espacio en el horizonte cultural. Mostrar que existe una opción distinta y que de hecho hay quienes la han tomado.

A pesar de la insistencia de los medios en lo contrario, los promotores del asunto aseguran que no están buscando adeptos, sino mostrando que existe la opción de una vida sin creencias religiosas y que eso no te convierte en un ser antisocial. Por eso proponen el lema de ser bueno por amor a la bondad misma. Pero ahí está precisamente mi objeción. Me parece incongruente el argumento de que si alguien no le teme a un dios, entonces, casi como consecuencia directa de la falta de fé, mañana va a salir a hacerle daño a alguien, porque la maldad se va a apoderar de él de inmediato. Si rebatimos esa lógica absurda con la razón contraria –seamos buenos sin necesidad de creer en un dios- sólo estamos aceptando las mismas reglas del argumento sin salirnos de él.

Una campaña de ateos convencidos de su falta de fé (valga la contradicción) debería centrarse más bien en disociar completamente la idea del bien de la idea de dios o de la bondad como sinónimo de la fé religiosa. Separar, como en efecto están separados, los órdenes ético y metafísico. No se mata, se tortura, se bombardea o se declara la guerra por falta de creencias.

Muy por el contrario, los actos más infames que se conocen en la historia de la humanidad se han cometido en nombre de algún dios o de alguna convicción vecina a la fé: como la superioridad de una raza sobre otra o aberraciones parecidas. Pero ése no es el punto. El punto es que nadie es “bueno” o “malo” porque crea en éste o aquél dios o porque no crea en absoluto en ningún ser sobrenatural.

Del mismo modo, asumir que si dejamos de creer en un dios vamos a llevar una vida con menos preocupaciones y vamos a poder “relajarnos y disfrutar” es francamente una inocentada que da vergüenza ajena. Con dios o sin dios la vida cuesta, es complicada, es dura, es difícil. Y esperar o promover lo contrario es, cuando menos, una soberana inmadurez. Pero además, el concepto mismo de “disfrutar” la vida no parece estar reñido con ninguna creencia en particular. Nadie necesita el permiso de su dios o de su ausencia de dios para reír, para compartir con quienes ama o para burlarse de la existencia. Por suerte.

Así que creo que los ateos del mundo -¡uníos!- deberíamos empezar a proponer avisos menos simplistas para estas campañas. Algo que en lugar de reforzar las falsas dicotomías morales de los creyentes, proponga con una pizca de humor un modo distinto de mirar el problema. Como, por ejemplo:

-HEMOS ELEGIDO NO CREER. NINGÚN DIOS VA A CASTIGARNOS-

O variaciones del mismo tema... ¿no te parece?

Sin fé, pero con esperanza, te abraza
r

martes, 2 de diciembre de 2008

Eliza en El Salmón


Amiga,

¡¡Qué gusto ver tus poemas publicados!!

Desde que me diste a leer Variaciones no estables del hablante 5972, yo me he vuelto fan número uno de tu nuevo libro. Publiqué alguno de tus poemas en una entrada vieja y me quedé con ganas de mostrar algo más. En espera de que se publique el libro entero, tus lectores y los míos pueden ver aquí la selección hecha por la Revista de Poesía El Salmón. De ahí he tomado la foto que encabeza esta nota donde sales ¡regia!

Gracias por dejarme anunciarlo aquí.

Te mando un abrazo grande, con alegría por ti,
r

lunes, 1 de diciembre de 2008

El Barrio Chino

Amiga,

En estos días comencé a subir fragmentos de un texto viejo a un nuevo blog que está anunciado aquí al lado. Desde que comencé a escribirlo lo llamé "El Barrio Chino", pensando que era un texto que escribía sólo para mí, que no iba a publicarlo de ningún modo y que, por lo tanto, no tenía que imaginar un título más atractivo o sofisticado. Con el tiempo se fue quedando así y ya no encuentro otro modo de nombrarlo.

Poco a poco va a ser evidente que el personaje de La Nena está inspirado en ti. Todos los demás personajes son imaginarios, menos Guillermo y Rebeca. No sé si te acuerdas de Rebeca. Era una mujer gruesa y bajita, vestida de cuanto trapo encontraba en los basureros, que vivía en los pasillos de la UCV desde mucho antes que nosotros estudiáramos ahí y que seguramente siguió gritando su historia por los pasillos mucho después de que nos fuimos.

Decían que se había vuelto loca porque la torturaron durante los setenta, cuando la pacificación de la guerrilla. La primera vez que la vi estábamos en una clase de diagramación, en uno de esos salones de la planta baja que tenían ventanas grandes abiertas a los jardines que dan a la tierra de nadie. Por una de esas ventanas apareció Rebeca gritando, en medio de subidas palabrotas, un cuento que nadie entendía. De pronto, metió la mano para agarrarle el pelo a una de las estudiantes que estaba sentada cerca y la sacudió con tal fuerza que su cabeza rebotó contra las rejas y todos nos paramos a rescatarla. Después supimos que hacía eso cada vez que veía a una muchacha de pelo claro, porque había sido una mujer catira la que le había contado a la policía que ella vivía con un guerrillero.

Estuve tentada a cambiarle el nombre cuando mataron a mi hermana, que también se llamaba Rebeca. Pero luego pensé que no sería justo. Rebeca sería otra con un nombre distinto. Igual como mi hermana sería otra si le cambiara el nombre.

Sobre Guillermo no tengo que decirte mucho. Estudiaba matemáticas. Vivía en el 23 de Enero. Lo conocimos por William, pero luego se volvió nuestro amigo y todos lo queríamos. Lo mataron -si no recuerdo mal- unos funcionarios de la policía militar. Aunque su muerte fue real, la historia que cuento es totalmente inventada.

No sé por qué creo que esta aclaratoria es importante. Tal vez porque tengo la secreta esperanza de que estas líneas despierten la curiosidad de algunos de los improbables lectores de esta correspondencia no tan íntima entre tú y yo.

Ojalá a ti también te parezca interesante.
Un abrazo,
r