martes, 17 de julio de 2012

Acuse de recibo



Amiga,
Aunque a veces a mí misma me sorprenda, este blog nuestro tiene lectores. Y además se me quejan cuando dejo de escribir y me demandan –con razón– que no me desaparezca por tanto tiempo. En efecto he estado desaparecida, aunque no por eso he dejado de acumular notas por aquí y por allá de las entradas que imagino que escribo y que al final dejo de escribir porque estoy haciendo otra cosa. Mejor dicho, porque estoy escribiendo otras cosas.
He estado ocupada y eso es lo mejor que se puede decir de una vida como la mía, suspendida en el limbo de una actividad no productiva, si se piensa en términos estrictamente económicos. Por suerte, hace rato que dejé de pensar en cifras. Supongo que esa libertad es un lujo del que uno no debería andar vanagloriándose. Pero, en fin, el punto es que me ocupo para cargar con mi culpa y eso debería bastar para absolverme. 
 
Me paso horas sentada en mi escritorio leyendo textos que debo juzgar, tratando de terminar artículos con los que me comprometí, finalizar cuentos que no terminan de cuajar, avanzar en una novela que sigue estancada en la página cincuenta después de haber ido para adelante y para atrás de distintas maneras varias veces. Por las mañanas me siento en la escalera a tomarme un té mientras Gussi olisquea el aire. En las tardes, si el tiempo lo permite, voy a caminar al parque. 
 
En estos días, sobre todo, estoy pegada a la pantalla de mi computadora haciendo una traducción que debo entregar a más tardar a fin de mes. De todos, ese es el trabajo que más me gusta. Traducir es como resolver un acertijo que tiene la extensión de las páginas que uno tiene por delante en otro idioma. Cada frase es un reto, cada opción que uno toma entre una palabra y otra le otorga al texto fuerza o lo debilita. Traducir es darle vida a un texto que no es de uno y, al mismo tiempo, apropiárselo hasta el punto de que cada párrafo nos duela y nos salga del alma como si lo hubiéramos creado de la nada.
En esas ando, amiga. Sin mucho que contar en este blog nuestro. Y por eso esta ausencia. Estoy pegada a una mesa y a una pantalla hasta nuevo aviso. Tal vez la única recompensa que obtenga de todo este afán sea que pongan al final, sobre mi tumba, ese delicioso epitafio que imaginó para sí misma Sue Townsend: “Here lies Sue Townsend – half woman, half desk.”
Te abrazo con un brazo y una pata,
r

3 comentarios:

Raquel Rivas Rojas dijo...

Hasta ahora éste había sido un diálogo cerrado entre Eliza y yo. Hoy estoy inaugurando los comentarios de Notas para Eliza. Bienvenidos los lectores que estén con ánimo de dejar por aquí sus reacciones, preguntas, demandas y textos varios...

Anónimo dijo...

Querida Raquel, yo soy una de estos seguidores que te sorprendes que tienes. Fui tu alumna en la USB, en el año 94 y 95, y nunca me he olvidado de nuestras conversaciones, de tu credo, de las clases... un día ordenando libros, me topé con el dinosaurio, entonces te busqué en internet y te encontré en estas ventanas. Sólo quería comentarte esta vez que las notas para eliza resultan inspiradoras, sobre todo porque se sienten muy espontáneas a la vez que increíblemente nítidas. Un beso inmenso, desde Chile.
Ana María Guzmán
(ana.guzman@tecnogruas.cl)

Raquel Rivas Rojas dijo...

Hola Ana María, bienvenida a Notas para Eliza. Me alegra saber que el dinosaurio ha dejado una huella tan honda y ancha. Espero que haya otros -muchos- más por ahí leyendo mis notas. Cariños!