miércoles, 25 de julio de 2012

Ciudad nuestra


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Amiga,
No quería levantarme esta mañana. Estaba metida en un sueño terco que no me dejaba ir y que ahora apenas recuerdo como una empecinada búsqueda de no sé qué. Pero había sol –por fin– y un rayito se me coló por la ventana y me obligó a empezar el día. Abrí todas las ventanas de la casa y cumplí morosamente con mis rutinas, incluyendo un rato bajo el sol junto a mi gato. Al sentarme en mi mesa a trabajar, después de muchas vueltas, me encontré con la sorpresa de tus poemas publicados en Letralia. No puedo evitar reproducir al menos uno de ellos en este blog nuestro.
Ninguna calle perdurará de ti
De tus calles, ninguna. Salgo de ti, ciudad mala anfitriona, mezquina y sola. Ni una puesta de sol, ni una sombra, ni un cielo, ni una flor.
De tus calles, ninguna. Salgo de ti ciudad sin ojos, ni siquiera ciega. Acaso ocultes muñones y jorobas, avergonzada, llagas y despojos. Acaso nada. No estás, no eres.
De tus calles, ninguna. Salgo de ti ciudad sin dones, ciudad que ni una piedra, ni un agua fresca, ni una forma de nube, ni un gato perdido.
De tus calles, ninguna. Salgo de ti ciudad incolora. Huyo de tus criaturas que cruzan las aceras con desgano, lanzando desperdicios y escupiendo y destilando tedio.
De tus calles, ninguna. Salgo de ti pobrecita ciudad sin esperanzas. Te dejo sin nostalgias, te dejo en el olvido.
De tus calles, ninguna. Salgo de ti ciudad sin danza ni relato. De ti ni un nombre, ni una plaza, ni una mañana, ni un café, ni un miedo. Ciudad sin moraleja ni posdata, nunca viví en ti, nadie ha vivido.
De tus calles, ninguna. Salgo de ti ciudad sin un latido, estéril. Aquí te dejo hasta el día en que te recojan los fantasmas, que los vientos te borren, que el agua se lleve tus casas. Aquí te dejo con tus fachadas sucias y tu sed. Agonizarás bajo el polvo, ciudad sin cantos, palabra muerta.

Me gusta lo que escribes. Siempre te lo he dicho. Me gusta el tono duro, las imágenes desoladoras, la economía y efectividad de los golpes que lanzas como fieras en cada verso. Y me gusta la imagen que al final queda del lugar que construyes con palabras: Esa ciudad hostil y desolada que todos llevamos clavada en el alma.
Aunque lo que miro aquí a través de la ventana es todo verde o gris nublado, aunque el asfalto y el cemento me quedan lejos, esa ciudad de la que te despides y a la que siempre vuelves está en mis sueños. Es la ciudad en la que habito cuando me dejo ir a esa otra vida que está más allá de la vigilia. Por eso me sorprende tanto encontrarla en tus textos, idéntica, como si me hubieras acompañado a andar por las calles por las que ando cada noche.
Te mando un abrazo que rebota en el aire como un grito,
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