lunes, 2 de febrero de 2009

Flash Back_12

Altagracia, 12 de noviembre de 2007

Hoy debería estar yo viajando a Edimburgo si la oficina de identificación de este país funcionara, si los ruegos y los contactos familiares funcionaran, si la corrupción en este país funcionara. De nuevo llamo a Manuel para cambiar la fecha de un viaje que parece irse disolviendo en el futuro, cada vez más lejos.

Le escribo un email desesperado al grupo de mis ex-compañeros de estudios de la UCV. Entre ellos hay gente vinculada a este gobierno y de nuevo intento tener la esperanza de que tal vez ‘con una pequeña ayuda de los amigos’ se pueda conseguir algo. Uno de mis amigos y ex-colega, periodista que trabaja en una oficina de prensa gubernamental, me escribe diciéndome que lo llame para darle todos los detalles a ver si puede ayudarme. Lo llamo, le echo el cuento. Me dice que va a consultar a alguien que conoce dentro de la Onidex y que me llama después para contarme qué pasó. Así que aquí sigo en la espera.


Altagracia, 16 de noviembre de 2007

El amigo que está tratando de ayudarme repite todas las gestiones que ya me han hecho pasar desde agosto –¡ya son cuatro meses!- introduce de nuevo la famosa carta explicativa, con una fotocopia de mi cédula y de nuevo le dicen que debe esperar siete días. Pierdo la pequeña esperanza que había alimentado, porque no veo cómo un trámite que no ha funcionado ninguna de las veces anteriores va a funcionar esta vez. Sin embargo, le doy las gracias y acepto una vez más el juego de la espera.

De todos modos, no puedo quedarme con una sola opción, así que continúo llamando al vecino de mi tía, que me asegura que puso en buenas manos mi caso. Llamo también a la gestora que nos ayudó con el pasaporte de mi hermana y me insiste en que está tratando de encontrar una solución. Así que a la gestión de mi amigo periodista se suma la del vecino de la tía y la gestora. Son tres. A eso se agrega una vecina de mi suegro que también se suma a la cruzada salvadora de esta indocumentada reticente.

Empiezo a pensar que hay demasiadas manos en este caldo y ya se sabe lo que eso puede implicar. Pero, como dice el vecino de mi tía cuando trata de explicarme que, por si acaso, va a darle mis papeles también a otra persona que él conoce: ‘mientras más masa más mazamorra’. A veces los dichos nos salvan. Otras, nos colocan ante nuestras limitaciones y ante nuestra propia mediocridad. ¿Cuál será el caso esta vez?

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