martes, 28 de enero de 2014

Uno de Pacheco


Amiga,

Es terrible que uno recuerde a ciertos escritores justo cuando lee el anuncio de que han muerto. Eso me acaba de pasar con José Emilio Pacheco, que murió esta semana en México. Leí hace mucho tiempo algunos de sus textos y tenía años sin leer nada de él. Sentí el típico remordimiento al saber de su muerte y bajé algunos de sus libros para recordarlo y también para ponerme al día. Entre ellos encontré su libro de poemas en prosa, La edad de las tinieblas (Era, 2009) y lo estoy disfrutando a mares.

Sólo por el gusto de tenerlo aquí en este blog nuestro voy a apropiarme de uno de sus poemas en prosa, que se llama Austral/Boreal. Aquí va:

Diciembre de 1950 en Buenos Aires. Reina el verano en el hemisferio austral. El calor llena de fuego y luz las horas. La evaporación del río que ya es casi mar humedece la gran ciudad como una esponja.
Un niño juega a solas con una esfera de cristal. En su interior nieva sobre un paisaje del norte: una cabaña de troncos a la orilla de un lago. Al mismo tiempo en Toronto que se hunde entre la nieve otro niño observa su propia esfera. Bajo el cristal diluvia arena.
Dice: perdido en el desierto, resisto el simún bajo un cielo de cal en un espacio sin agua. La arena está nevando sobre mi cuerpo. En la circunferencia líquida tengo sed. Bajo las tinieblas ardientes busco el lugar en donde nace el frío. Veo espejismos. Llego a un oasis y en vez de manantiales y palmeras encuentro abetos, un lago congelado y una cabaña.
Estoy, añade, en una bola de cristal llamada Tierra. Su circunferencia es mi límite. En ella deberíamos caber todos porque nos hace iguales el ser distintos. Mientras tanto, aunque la Cruz del Sur y la Estrella Polar no brillarán jamás en el mismo cielo, acepto que tu verano sea mi invierno y mi invierno resulte tu verano.


Hasta aquí el poema de José Emilio Pacheco. Me encanta esa idea de que seres que están en las antípodas pueden imaginarse en el lugar de quien está al otro lado y entrar en su mundo con solo evocarlo. Me gusta el modo como cada personaje puede contarse a sí mismo una historia que lo saca de donde está. Creo que en este mínimo texto está condensada la gracia y la función misma de la literatura. Si es que la literatura necesita de alguna justificación, es precisamente esa: potenciar la capacidad humana de empatía. Trastocar los lugares.

Te dejo aquí un abrazo boreal,
r

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