martes, 25 de enero de 2011

El cuerpo en la nieve



Amiga,

Tenía días con ganas de contarte esta historia, pero como el caso no se resolvía estaba esperando a que tuviera una especie de cierre, al menos parcial. No sé por qué he estado con ganas de contarte esto. Tal vez porque se trata de un cuerpo en la nieve, como en mi cuento de diciembre y muestra una de esas coincidencias siniestras entre la realidad y la ficción. Tal vez porque me parece que la historia es una especie de metáfora de las diferencias —y también de las inquietantes similitudes— entre el primer mundo y nuestro mundito de cuarta categoría, donde impera la violencia y la desigualdad.

El viernes 17 de diciembre de 2010, una joven desapareció de su casa en el centro de Bristol, al suroeste de Gran Bretaña. Se llamaba Joanna Yeates y tenía 25 años. Su novio, que vivía con ella en un apartamento de la calle Canynge, en el centro de Bristol, reportó su desaparición al regresar de un fin de semana afuera. Comenzó la búsqueda y por semanas, durante las navidades y el fin de año, los noticieros y los periódicos no hacían más que dar reportes sobre la desaparición de la joven, que era paisajista y trabajaba en una firma de arquitectos. La mañana del 25 de diciembre una pareja que paseaba al perro, encontró su cuerpo al borde del camino, cubierto de nieve.

Hubo unas horas de angustia hasta que la policía confirmó que el cuerpo era de la joven desaparecida y que había muerto estrangulada. Para ese momento ya cualquier ser humano de este reino que hubiera leído la prensa, escuchado la radio o visto la tele al menos por un rato, se había enterado del caso. La cara sonriente de Joanna había aparecido en todos los periódicos día tras día. Sus ojos azules, su pelo clarísimo, su piel casi transparente, todo indicaba que era la personificación de la inocencia.

Los voceros del equipo de policías que se encargaron del caso aparecieron en todos los noticieros pidiendo información. También aparecieron los padres de la joven pidiendo ayuda a quien supiera algo. Se hizo una reconstrucción de las últimas horas de Joanna, a partir de las pistas que dieron las cámaras que filman en las calles y los lugares públicos, las 24 horas del día, cada movimiento de cada ser que pasa por cualquier calle de este país. No había otra noticia más importante. Parecía que en esas semanas nadie más había muerto en el reino, no había ningún otro caso que resolver. Sólo el caso de Joanna Yeates.

Es posible que debido a esa visibilidad la policía haya sido más eficiente de lo que acostumbra. Tal vez en realidad son eficientes en todos los casos, pero los medios han hecho de éste un asunto central. Como sea, no cabe duda que resolver este crimen en apenas un poco más de un mes es un mérito indiscutible. Algo que nuestras corruptas y limitadas policías no podrían lograr ni que se lo propusieran. Y no se puede menos que reconocer que esa forma de eficiencia produce una especie de tranquilidad. Al menos para los sectores a los que la solución de ese crimen en particular les envía una señal directa: cero tolerancia cuando la víctima es uno-de-los-nuestros.

Esta semana arrestaron y pasaron a juicio, finalmente, al presunto asesino de Joanna Yeates. Se trata de un ingeniero holandés de 32 años, llamado Vincent Tabak, que vivía en el apartamento de al lado de Joanna y ha estado trabajando en este país durante los últimos tres años. Un vecino, pues, parece ser el responsable de la muerte de esta joven; lo que explicaría por qué no había ninguna puerta forzada en el apartamento, ningún signo de resistencia o de lucha, nada que explicara la súbita desaparición. Los motivos no se conocen todavía. La policía asegura que Joanna no fue asaltada sexualmente, lo que al menos por ahora anula el tema más escabroso. Pero queda en pie el drama espantoso que este caso revela.

Y es ahí donde resulta intrigante la relevancia que los medios le han dado a la historia de Joanna Yeates. No conozco las estadísticas del crimen en el Reino Unido, pero es seguro que entre el 17 de diciembre de 2010 y el día de hoy, ésta no es la única mujer que ha desaparecido o que ha sido encontrada muerta. No debe ser, con seguridad, el único crimen inexplicable del último mes. Pero es un crimen que contiene un pesado mensaje que puede ser contado en los medios con la estructura de un cuento con moraleja —morality tale, como se dice en inglés. Una moraleja que disemina una vez más la historia de la indefensa caperucita que cruza el bosque acechada por el lobo. La aceptación resignada de esa forma horrible de desigualdad que es la vulnerabilidad de un género entero. Toda mujer sola es una víctima potencial y la solución no es otra que encerrarla.

Antes de que se conociera la identidad del presunto asesino, la policía de Bristol había estado recomendando a las mujeres de esa —y por extensión de cualquier otra— ciudad que no caminaran solas de noche por la calle. Los medios han debatido sobre esa recomendación, más bien tímidamente, porque aquí hay que cumplir con el precepto de poner en cuestión toda afirmación que huela ligeramente a sexismo. Y, sin embargo, las mujeres solas que caminan de noche por la calle, las destinatarias de este mensaje, han recibido una vez más su advertencia. Que no se quejen si, por desoír los sanos consejos de los medios y la policía, terminan estranguladas a la orilla de un camino, con medio metro de nieve encima.

Pero ahora que se sabe que el crimen fue cometido por un vecino, un inofensivo conocido, la moraleja de la historia es ligeramente diferente. Y justamente por eso, me imagino, los medios han dejado de interesarse en el caso. Ayer, la noticia de la primera aparición ante un tribunal del presunto asesino de Joanna Yeates se cruzó con otra noticia que puede funcionar como su exacto complemento: ¡solamente en Escocia, durante el último mes, se denunciaron ante las autoridades más de 150 hechos de violencia doméstica al día! Un porcentaje altísimo de esos actos violentos fueron perpetrados por hombres contra mujeres. Así que no es sólo en la calle y a oscuras donde las mujeres pueden ser víctimas. En la propia casa, a plena luz del día, la vida de toda mujer corre peligro en este lado del mundo, como en todas partes.

Ya ves, amiga, los males humanos no se terminan en las fronteras de nuestros paisitos violentos y anárquicos. Aquí estamos también esperando a los lobos.

Te mando un abrazo abismado,

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