viernes, 5 de noviembre de 2010

La no existencia


Amiga,

He estado sin nada que reportar en estos días. Es como si el tiempo se hubiera detenido en las mismas veinticuatro horas que pasan y vuelven a pasar sin que nada nuevo suceda. Me levanto, desayuno, trabajo un rato frente a la compu después de mirar las noticias en algunos periódicos online, almuerzo, vuelvo a la compu, salgo a caminar al parque si el tiempo lo permite, vuelvo a la compu, ceno frente al televisor, veo la tele hasta que me fastidio, me baño, me acuesto a leer y, a eso de la una, apago la luz y me duermo. Y así todos los días lo mismo. Sin que nada cambie.

Por eso no hay nada que contar. Y al mismo tiempo tendría tantas cosas que contarte si tuviera ganas, si pensara que vale la pena, que hace alguna diferencia. Pero en estos días me he sentido como olvidada del mundo. Es como si hubiera dejado de existir y la disolución de la propia existencia no es algo fácil de explicar o narrar. Y, sin embargo, podría decir —junto con el personaje de Dublinesca de Vila-Matas— que es tan cómodo no ser, no estar, que ahora lo que me da pánico es que suceda algo que me saque de esta rutina en la que me he instalado a no existir.

En un rato me voy a levantar para ir a caminar al parque, si no llueve. Tal vez vayamos al cine esta tarde o mañana, si no hace mucho frío. Tal vez en un par de horas encuentre el modo de traducir de manera correcta una frase de un cuento de Ali Smith, que suena muy bien en inglés pero que en español trastabillea. Es posible que en unos días encuentre un buen tema para el cuento de este mes o que me decida por fin a reescribir un manuscrito que no me convence y que me está esperando desde hace semanas sobre el escritorio.

Nada más, amiga. La no existencia de quien no tiene fe. Sólo eso.

Te mando un abrazo hueco,

r

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