martes, 23 de marzo de 2010

El muro de siempre


Amiga,

Siento que tengo siglos que no te escribo. Tal vez porque estos días han pasado como si fueran meses y es como si no pudiera atar los cabos. No sé cómo lidiar con este tiempo en el que estoy aquí pero también allá. Porque me ha vuelto la nostalgia y me he dado otra vez de frente contra un muro. El muro de siempre: la realidad aplastante de no ser y no estar.

Ya sé que suena raro y abstracto y otra vez a queja. Me estoy quejando otra vez, amiga. A pesar de que me/te prometí no quejarme más, o al menos no quejarme tan seguido. Pero aquí estoy otra vez sintiéndome perdida, desencontrada, sin piso aunque tenga techo. No son buenos días estos en los que me despierto a las ocho y me quedo en la cama hasta las diez porque nada importa, porque no tengo ni hambre ni ganas ni planes ni empuje de ningún tipo para nada.

Sé que no tengo que explicártelo. Pero cómo te lo explico si tuviera que. Decirte tal vez que tengo semanas sin escribir una línea, que estoy otra vez convencida de que me cuesta tanto y que no puedo: escribir, vivir, pensar en el futuro, tener una esperanza. No puedo ni siquiera escribirte nada que valga la pena. Salvo esta queja que se me queda corta, muda…

Este es mi abrazo de hoy, amiga, flaco y triste,

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