Amiga,
Creo que en este momento la única consigna con la que estoy de
acuerdo es la que usa José Ángel en todos sus mensajes: NI UN
MUERTO MÁS. Las consignas son siempre reductoras y reducir una lucha
compleja a una escueta consigna deja la inevitable sensación de que
estamos simplificando, olvidando los matices, los peros, los sin
embargos. Pero en la política las consignas parecen inevitables,
porque además de reducir también condensan, muestran en blanco y
negro los objetivos que se quieren alcanzar. Y eso es algo que
siempre hay que tener claro cuando uno se lanza a pelear en cualquier
campo de batalla.
A más de dos meses del inicio de las protestas me parece claro que a través de
una consigna tan vaga como “la salida” se propuso un objetivo
inalcanzable. Y los objetivos inalcanzables pueden sonar muy bien en
los libros de historia, como esa nefasta consigna de “revolución o
muerte” que enarboló el chavismo hasta que su propio líder eligió
-ya tarde- una consigna menos negativa. Pero en el día a día esas
consignas terminan produciendo desaliento y frustración, porque el
fin de la lucha se aleja cada vez más en lugar de presentarse como
un objetivo alcanzable.
Las consignas que la oposición ha manejado en estos dos meses me han
producido una sensación de vacío. Porque prefiero pensar que la
política es el arte de imaginar soluciones para los problemas de
hoy. Es decir, que la política no sólo se encarga de manejar el
presente, sino que también debe imaginar el futuro. Y con consignas
que invocan el sacrificio sin fin como "quien se cansa pierde"
-o cualquiera de sus variables- no es posible imaginar el futuro. La
imagen que se evoca allí es la de una lucha perpetua y, tal como
están las cosas, detrás de esa consigna lo único que queda es un
reguero de muertos. Es por eso por lo que, a pesar de los gritos
destemplados de los opositores furibundos, sigo pensando que no
tenemos más salida que abrir las puertas al diálogo.
Formo parte de una familia que ha sido devastada por la violencia,
como tantas familias venezolanas. Por eso, si hay que elegir, me
inclino por ahorrarnos más dolor debido a la pérdida de seres
queridos. En este momento en que más de dos meses de protestas han
logrado el claro objetivo de desenmascarar la esencia totalitaria del
régimen chavista, ha llegado la hora de hacer un alto y elegir un
camino que nos permita avanzar y no quedarnos en el remolino de la
violencia perpetua. Y en este punto en el que hay que elegir entre el
pasado y el futuro, yo escojo la vida. Escojo no darle a los
políticos carta blanca para que sacrifiquen a cuantos jóvenes sea
necesario sacrificar. Y eso vale tanto para el gobierno como para la
oposición.
Yo no quiero más muertos. Ni debido a la violencia del hampa
desatada por un régimen que prefiere que sus ciudadanos se maten
entre sí antes de prevenir y controlar el delito; ni debido a la
violencia represiva de la fuerza pública -policial, militar o
paramilitar- que tiene órdenes de reprimir y aterrorizar a medio
país, cueste lo que cueste; ni mucho menos gracias a consignas
vacías sobre las que se están construyendo liderazgos oportunistas.
Yo no quiero que ningún líder político alimente narrativas de
martirio que conviertan a nuestros jóvenes en carne de cañón. Ni
de un lado ni del otro.
No más muertos. Esa es la consigna que prefiero. Porque mi imagen
del futuro de la tierruca no es un cementerio. Y no autorizo a nadie
a imaginar el futuro de nuestro país sembrado de mártires. Porque
sé muy bien que esos jóvenes que están hoy entregados a una lucha
desigual, y que piensan sinceramente que su sacrificio no será en
vano, van a ser traicionados tarde o temprano por una lógica
política que pesará más que todas las consignas. La lógica
pragmática de la supervivencia.
Más a allá de las consignas habrá un punto de quiebre. Más tarde
o más temprano las partes van a sentarse a negociar en serio y no en
esa farsa de show televisivo que vimos la semana pasada en cadena
nacional. Y cuando salga un acuerdo de esas negociaciones, habrá sin
falta ganadores y perdedores, aunque cada bando interpretará a su
manera las ganancias. Pero los que hayan perdido a sus seres queridos
no habrán ganado nada. Sólo una tristeza dura y terca que ningún
acuerdo político logrará compensar.
¡No más muertos! ¡Ni un muerto más!
Un fuerte abrazo,
r
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