Amiga,
Aunque a veces a mí misma me sorprenda, este blog
nuestro tiene lectores. Y además se me quejan cuando dejo de
escribir y me demandan –con razón– que no me desaparezca por
tanto tiempo. En efecto he estado desaparecida, aunque no por eso he
dejado de acumular notas por aquí y por allá de las entradas que
imagino que escribo y que al final dejo de escribir porque estoy
haciendo otra cosa. Mejor dicho, porque estoy escribiendo otras
cosas.
He estado ocupada y eso es lo mejor que se puede decir
de una vida como la mía, suspendida en el limbo de una actividad no
productiva, si se piensa en términos estrictamente económicos. Por
suerte, hace rato que dejé de pensar en cifras. Supongo que esa
libertad es un lujo del que uno no debería andar vanagloriándose.
Pero, en fin, el punto es que me ocupo para cargar con mi culpa y eso
debería bastar para absolverme.
Me paso horas sentada en mi escritorio leyendo textos
que debo juzgar, tratando de terminar artículos con los que me
comprometí, finalizar cuentos que no terminan de cuajar, avanzar en
una novela que sigue estancada en la página cincuenta después de
haber ido para adelante y para atrás de distintas maneras varias
veces. Por las mañanas me siento en la escalera a tomarme un té
mientras Gussi olisquea el aire. En las tardes, si el tiempo lo
permite, voy a caminar al parque.
En estos días, sobre todo, estoy pegada a la pantalla
de mi computadora haciendo una traducción que debo entregar a más
tardar a fin de mes. De todos, ese es el trabajo que más me gusta.
Traducir es como resolver un acertijo que tiene la extensión de las
páginas que uno tiene por delante en otro idioma. Cada frase es un
reto, cada opción que uno toma entre una palabra y otra le otorga al
texto fuerza o lo debilita. Traducir es darle vida a un texto que no
es de uno y, al mismo tiempo, apropiárselo hasta el punto de que
cada párrafo nos duela y nos salga del alma como si lo hubiéramos
creado de la nada.
En esas ando, amiga. Sin mucho que contar en este blog
nuestro. Y por eso esta ausencia. Estoy pegada a una mesa y a una
pantalla hasta nuevo aviso. Tal vez la única recompensa que obtenga
de todo este afán sea que pongan al final, sobre mi tumba, ese
delicioso epitafio que imaginó para sí misma Sue Townsend: “Here
lies Sue Townsend – half woman, half desk.”
Te abrazo con un brazo y una pata,
r
3 comentarios:
Hasta ahora éste había sido un diálogo cerrado entre Eliza y yo. Hoy estoy inaugurando los comentarios de Notas para Eliza. Bienvenidos los lectores que estén con ánimo de dejar por aquí sus reacciones, preguntas, demandas y textos varios...
Querida Raquel, yo soy una de estos seguidores que te sorprendes que tienes. Fui tu alumna en la USB, en el año 94 y 95, y nunca me he olvidado de nuestras conversaciones, de tu credo, de las clases... un día ordenando libros, me topé con el dinosaurio, entonces te busqué en internet y te encontré en estas ventanas. Sólo quería comentarte esta vez que las notas para eliza resultan inspiradoras, sobre todo porque se sienten muy espontáneas a la vez que increíblemente nítidas. Un beso inmenso, desde Chile.
Ana María Guzmán
(ana.guzman@tecnogruas.cl)
Hola Ana María, bienvenida a Notas para Eliza. Me alegra saber que el dinosaurio ha dejado una huella tan honda y ancha. Espero que haya otros -muchos- más por ahí leyendo mis notas. Cariños!
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