Amiga,
Ya no nos quedan sino migajas del verano. Todos los festivales están
ya cerrando y del bulto de entradas que compré sólo esperan dos,
huérfanas, en el estante de la biblioteca. De las muchas cosas que
vi y escuché me quedo con los poemas visuales de Margaret Tait y la
brillante intervención de Lydia Davis, empujada y azorada por las
preguntas de Ali Smith, en la feria del libro.
El trabajo de la Tait se puede ver en la página de la Biblioteca
Nacional de Escocia (aquí) y no necesita nada más que del asombro
de quien mira. Sus videos son una muestra de que la poesía tiene
muchas formas y que una de ellas es puramente visual. Es posible que
la fascinación que se siente hoy por esas imágenes tenga que ver
con una forma de nostalgia: vemos el modo como se vivía antes, como
la gente se vestía, hablaba y caminaba en Edimburgo en los años cuarenta y cincuenta. Pero también, creo, se
trata de una forma de usar la luz, las texturas, los pequeños
relatos que la vida regala.
Y creo que, saltando en el tiempo, eso es precisamente lo que hace
Lydia Davis con sus cuentos. Estuve a punto de usar las comillas y me
resistí. Hasta hace poco las hubiera usado, acostumbrada a los
encasillamientos a los que nos entregamos con tanta comodidad los que
hemos enseñado alguna vez literatura. Porque los cuentos de Davis no
caben en ninguna categoría. Esto se ha dicho mucho ya. Pero ella lo
dijo de la mejor manera el domingo cuando habló con Ali Smith: hay
una amplia gama de posibilidades para todo tipo de textos, que va
desde una frase hasta novelas de miles de páginas. Esa es una línea
continua y ningún autor tiene por qué sentirse obligado a definir
qué espacio quiere ocupar en esa línea o qué tanto quiere moverse de un extremo a otro.
Y Davis ocupa todos los espacios que van desde lo más breve hasta la
novela. Pero nada de lo que te cuente sirve para entender la
sensación de maravilla y, por qué no, la alegría de descubrir lo
que se puede hacer en pocas líneas, cuando se olvidan las
convenciones de lo-que-debe-ser. Así que me voy a atrever a traducir
unos pocos cuentos de Lydia Davis para dejártelos aquí de regalo,
con todo y sus deliciosos títulos:
El lenguaje de la compañía de teléfonos
“El problema que usted reportó recientemente está ahora
funcionando correctamente.”
El pelo del perro
El perro se fue. Nos hace mucha falta. Cuando tocan la puerta, nadie
ladra. Cuando llegamos tarde a la casa, nadie nos espera. Todavía
encontramos motas de su pelo blanco aquí y allá en la casa y en la
ropa. Las recogemos. Deberíamos botarlas. Pero es todo lo que nos
queda de él. No las botamos. Abrigamos una loca esperanza: si
acumulamos suficientes tal vez podamos volver a tener al perro con
nosotros otra vez.
Historia circular
Los miércoles temprano en la mañana hay siempre mucho ruido afuera
en la calle. Me despierta y siempre me pregunto qué será. Es
siempre el camión que recoge la basura. El camión viene todos los
miércoles temprano en la mañana. Siempre me despierta. Siempre me
pregunto qué será.
Bloomington
Ahora que he estado aquí un tiempo, puedo decir con certeza que no
he estado antes aquí.
La lección de la cocinera (una historia de Flaubert)
Hoy he aprendido una gran lección; nuestra cocinera me la enseñó.
Ella tiene veinticinco años y es francesa. Descubrí, cuando le
pregunté, que no sabía que Louis-Philippe ya no era rey de Francia
y que ahora tenemos una república. Aunque hace ya cinco años que
dejó el trono. Ella dice que el hecho de que no tengamos un rey
simplemente no le interesa en lo más mínimo. Esas fueron sus
palabras.
¡Y yo me creo un hombre inteligente! Comparado con ella, soy un
imbécil.
Hasta aquí algunos de los cuentos más breves de la última colección de
historias de Lydia Davis que se llama Can’t and Won’t.
Creo que vale la pena explicar el último cuento. Davis tradujo
Madame Bovary hace poco. Dicen que es la mejor traducción que existe
en inglés de la novela del maestro francés. Mientras traducía,
estuvo leyendo toda la correspondencia que Flaubert escribió durante
los casi tres años en que estuvo embarcado en la escritura de su
novela más famosa. En esas cartas Lydia encontró pequeñas
anécdotas que fue rescatando para convertirlas en varios cuentos
–sin comillas.
Dicen que la admiración es uno de los mejores incentivos de la
creación. Espero que así sea, porque no será por falta de
inspiración que yo no me dedique a trabajar ahora que el verano se
ha ido.
Te mando un abrazo admirado,
r
PD: Recaída: Me dejé llevar por la admiración y le dejé a Ali
Smith una copia de mi tesis de maestría en la que traduje dos de sus
maravillosos cuentos. También hice mi cola y le pedí que me firmara
uno de sus libros. Su dedicatoria: “Para Raquel, con unas enormes
gracias por el acto de traducción –el acto más creativo de todos.
Ali Edinburgh 2014 August”
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