Amiga,
¿Cómo se viven las protestas de la tierruca desde el exilio? (Lo
voy a seguir llamando exilio y espero que no se me pongan filológicos
con el término).
Cuando hay protestas en todas las calles del país que seguimos
llamando nuestro a pesar de la distancia, el corazón nos da más de
un salto. Se nos llenan los ojos de lágrimas ante cada foto. Se nos
hace un nudo en la garganta frente a cada injusticia. Sí. Todo eso.
Así de cursi y de gaita maracaibera. Cuando hay protestas y vemos
las fotos y los videos de gente reclamando en la calle, y no podemos
estar ahí, pateando esa avenida en la que crecimos, llenando esa plaza en
la que hemos estado tantas veces, la impotencia nos hace dar
puñetazos en el aire.
Cuando hay protestas en las que no podemos participar, nos quedamos
pegados a la pantalla de la computadora. Escuchamos las consignas y
los aplausos, vemos el lento avanzar de la multitud, leemos con
asiedad lo que otros dicen. Saltamos de un medio a otro, de una red a
otra, de un muro a otro. Tratamos de formarnos una opinión aunque
sepamos que la distancia nos impide tener una mirada realmente
propia. Queremos opinar, queremos criticar, queremos decir algo a
alguien que quiera escucharnos y que sienta la misma pasión que
nosotros estamos sintiendo. Abrimos la boca para gritar y el grito no
nos sale.
Cuando en la tierruca matan a alguien por protestar en la calle, o
alguien es herido, detenido o torturado, y no podemos salir a
manifestar con una pancarta en la mano y no podemos siquiera agarrar
una olla y cacerolear hasta que nos duelan las manos, hacemos
búsquedas por internet para ver si hay alguna protesta cerca en la
que podamos participar. Repetimos en nuestros muros las denuncias,
retuiteamos las noticias que queremos que se conozcan, firmamos
cartas abiertas para apoyar a los que manifiestan allá lejos. Y
sentimos una inmensa, aguda, desesperante impotencia.
Nunca me ha gustado el símbolo de la bandera. Ninguna bandera. Y,
sin embargo, cuando en la tierruca hay protestas y veo a la gente
marchar con la bandera en una gorra, con la bandera enarbolada en una
mano, con la bandera rota en una franela, quisiera tener aquí uno de
esos trapos tricolores. Me gustaría poder colgarlo en una
de mis ventanas sin importar si alguien entiende o no lo que
significa. Sin importar que mis vecinos piensen que estoy apoyando a
algún equipo de fútbol desconocido y sigan de largo como si nada.
¿Cómo se vive la protesta en el exilio? Con una mezcla de tristeza
e impotencia. Exacta a un luto a distancia. Y no hay nada peor para
un exiliado que el luto a distancia. Si alguien se te muere cuando
estás lejos, tu primer impulso es correr para allá y acompañar a
los tuyos. Pero no siempre puedes. Y te quedas varado con tu dolor y
tu impotencia en medio del frío y la oscuridad. Así es como se
siente vivir a distancia una protesta en la que no podemos
participar.
Por lo que valga, por lo poquísimo que sirve, te dejo aquí un
abrazo solidario,
r
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