martes, 9 de diciembre de 2008

¡Ateos!


Amiga,

Una de las noticias que más me ha llamado la atención en estos días ha sido la campaña publicitaria que están haciendo los ateos en distintos lugares del mundo, justo en este momento en que se supone que todos deben celebrar el nacimiento de la encarnación humana del dios cristiano.

La campaña consiste en instalar por un tiempo un eslogan no religioso en los autobuses de ciertas ciudades. En los rojos londinenses se va a colocar el eslogan “There's probably no God. Now stop worrying and enjoy your life”, que puede traducirse como “Posiblemente no hay dios. Así que deja de preocuparte y disfruta tu vida”. Ya han recogido el dinero que necesitan para un mes de avisos y mucho más a través de una página web. En Washington, los autobuses se pasearán con la consigna “Why Believe in a God? Just be good for goodness sake”, que en español sería algo como “¿Por qué creer en un dios? Sé bueno por amor a la bondad”. También allá están recogiendo fondos vía internet.

Me parece bien interesante la idea de los anuncios “ateos”. Según entiendo el tema surgió a raíz de una campaña religiosa que se llevó a cabo en los autobuses del Reino Unido. En esa campaña, que se desplegó el año pasado, los promotores ofrecían el infierno y demás penalidades a los no creyentes. De ahí surgió la idea de usar el mismo medio para hacer un comentario sobre la posibilidad de dejar de temer a un ser sobrenatural que castigaría la falta de fé en el más allá. La primera promotora de la idea fue una periodista del periódico The Guardian llamada Ariane Sherine. Luego, un conocido biólogo británico, Richard Dawkins, defensor de la teoría de la evolución, se incorporó a la campaña y de ahí el asunto despegó hasta lo que es ahora: una especie de pequeño escándalo.

Escándalo para algunos periodistas y medios que se han dedicado a burlarse del asunto o a considerarlo una de esas notas curiosas que se utilizan para cerrar con un tema liviano un noticiero cargado de malas noticias. La reacción me parece, en sí misma, una muestra de por qué hay que insistir –en este mundo lleno de fanáticos- en mantener presente y visible la posibilidad de no creer.

Como sabes, la religión o la ausencia de ella no es un tema del que me guste hablar, porque todo creyente imagina que cualquiera que piense diferente y lo exprese de manera abierta sólo quiere convencerlo de que su fé no es la correcta. Cuando se tiene una mentalidad construida sobre las leyes del fanatismo todo pensamiento distinto es, por su sola existencia, una amenaza. El fanático imagina el mundo como una serie sucesiva de ‘fanaticadas’ –si me permites la expresión fuera de lugar. Al fanático le resulta imposible concebir que alguien piense diferente y que además al no creyente le importe realmente muy poco convencer a otros de las bondades de la falta de fé.

Tal vez por eso, aunque la idea de la campaña me parece interesante, me cuesta digerir el principio mismo de la búsqueda de adeptos. Siempre me ha parecido que un ateo debe ser lo más distante a un fanático. Si la opción que elegimos es no creer, ¿qué importa lo que crean los otros? Tal vez la función de este tipo de campaña no deba ser agregar gente, sino simplemente ocupar un espacio en el horizonte cultural. Mostrar que existe una opción distinta y que de hecho hay quienes la han tomado.

A pesar de la insistencia de los medios en lo contrario, los promotores del asunto aseguran que no están buscando adeptos, sino mostrando que existe la opción de una vida sin creencias religiosas y que eso no te convierte en un ser antisocial. Por eso proponen el lema de ser bueno por amor a la bondad misma. Pero ahí está precisamente mi objeción. Me parece incongruente el argumento de que si alguien no le teme a un dios, entonces, casi como consecuencia directa de la falta de fé, mañana va a salir a hacerle daño a alguien, porque la maldad se va a apoderar de él de inmediato. Si rebatimos esa lógica absurda con la razón contraria –seamos buenos sin necesidad de creer en un dios- sólo estamos aceptando las mismas reglas del argumento sin salirnos de él.

Una campaña de ateos convencidos de su falta de fé (valga la contradicción) debería centrarse más bien en disociar completamente la idea del bien de la idea de dios o de la bondad como sinónimo de la fé religiosa. Separar, como en efecto están separados, los órdenes ético y metafísico. No se mata, se tortura, se bombardea o se declara la guerra por falta de creencias.

Muy por el contrario, los actos más infames que se conocen en la historia de la humanidad se han cometido en nombre de algún dios o de alguna convicción vecina a la fé: como la superioridad de una raza sobre otra o aberraciones parecidas. Pero ése no es el punto. El punto es que nadie es “bueno” o “malo” porque crea en éste o aquél dios o porque no crea en absoluto en ningún ser sobrenatural.

Del mismo modo, asumir que si dejamos de creer en un dios vamos a llevar una vida con menos preocupaciones y vamos a poder “relajarnos y disfrutar” es francamente una inocentada que da vergüenza ajena. Con dios o sin dios la vida cuesta, es complicada, es dura, es difícil. Y esperar o promover lo contrario es, cuando menos, una soberana inmadurez. Pero además, el concepto mismo de “disfrutar” la vida no parece estar reñido con ninguna creencia en particular. Nadie necesita el permiso de su dios o de su ausencia de dios para reír, para compartir con quienes ama o para burlarse de la existencia. Por suerte.

Así que creo que los ateos del mundo -¡uníos!- deberíamos empezar a proponer avisos menos simplistas para estas campañas. Algo que en lugar de reforzar las falsas dicotomías morales de los creyentes, proponga con una pizca de humor un modo distinto de mirar el problema. Como, por ejemplo:

-HEMOS ELEGIDO NO CREER. NINGÚN DIOS VA A CASTIGARNOS-

O variaciones del mismo tema... ¿no te parece?

Sin fé, pero con esperanza, te abraza
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